En el Taller
Historia de un Tapiz: El Nemoroso (5)
Volví al taller un martes, el primero que quería ser normal después de casi dos meses en los que habían pasado muchas cosas. Me habían operado, había recibido el primer trallazo y, entre lo uno y lo otro, había estado diez días viajando por Grecia, un proyecto que ya estaba ultimado cuando el lobo enseñó sus fauces, y al que no quise renunciar.
Fui a hacer una visita a las chicas y a saludar a mi bosque –saludar al tapiz es uno de nuestros rituales como tejedoras y consiste en mirarlo atentamente y escuchar lo que quiere decir antes de retomar el trabajo– Lo encontré acogedor y cálido, pero no recordaba que planes tenía para continuarlo, cómo había decidido seguir adelante, ¿Por qué hice una rama morada? ¿Qué tonos quería dar a los otros troncos? ¿Cómo pensaba resolver los naranjas del prado?
El bosque aun no me hablaba y lo dejé estar. Tomamos te con galletas, nos fumamos las piruletas que una amiga me había traído de Holanda y pasamos una tarde alegre aunque Aracné estaba atascada con su pez, a Itxel no terminaba de gustarle como estaba quedando la faja de su nuevo tapiz y a Cloto le dolía la espalda y no encontraba la postura ¡menudo equipo!
Antes de irme y como aun tenía dificultades para mover el brazo, Aracné me ayudó a urdir el bambino y a escoger la paleta para un baobab que pretendía hacer en casa en mis largos ratos de no hacer nada –el Bambino es un telar pequeño, portátil, en el que trabajamos para apagar la fiebre del síndrome de abstinencia que padecemos cuando no podemos ir al taller-
Pero desde ese día recuperé el tiempo perdido. Tejer era un bálsamo que me aplicaba entre sesión y sesión de tratamiento, en cuanto volvían a mí la motivación, la energía y los deseos, porque quería acabar el tapiz antes de que los rigurosos calores del verano me obligaran a huir de nuestra tórrida tierra hacia el norte.
Con música de Eleni Karaindrou y Enantia Reboutsika, tesoros descubiertos en mi viaje por el Peloponeso, Aracné y yo tejíamos en el taller, la mayor parte del tiempo solas porque Itxel y Cloto andaban muy ocupadas en otros menesteres. Aracné entre escamas y geometrías, entre ojo de gran pez y colas de pezqueñines del complicadísimo tapiz que la llevaba de cabeza, y yo sumergida en el bosque tejiendo prados y flores, subiendo troncos de colores imposibles, ensamblando copas con un entusiasmo y fervor tan contagioso que Aracné tenía que contenerse para no meter mano cuando me sacaba de una duda . A primeros de julio llegaba al final del camino, a falta de la faja, dejaba preparadas algunas canillas, y después de ordenar la paleta y hacer fotos lo dejaba todo dispuesto para después del verano. Cuando en septiembre terminé la faja y por fin cortamos la urdimbre yo había terminado lo más duro del tratamiento.
Tiene este tapiz una vida propia y un sentido que se hará inolvidable en mi vida. Ha sido el que más tiempo ha estado en el telar, la copia más creativa, el más grande hasta ese momento, el que me dio el susto, el que terminé con miedo, ansiedad, distraída, apresurada, el que me ha servido de alegría, de tristeza, de distracción. Ha sido un trabajo más emocional que manual y recién terminado no sabía si me gustaba o lo rechazaba, si me hacía sentir satisfecha y orgullosa y deseaba exhibirlo o al recordarme tan malos momentos preferiría esconderlo enrollado en un armario. Hoy se que nunca me desprenderé de él porque está tejido con los mejores hilos de mi vida.
3 comentarios:
Esta entrada tiene un sentimiento increible... Te felicito por ello...
Y los colores del tapiz!!!... Conoces África???...
Besos a todas...
Sólo puedo decirte que no sé que tejes mejor, si los hilos que conforman el tapiz o las palabras. Me ha encantado tu relato que tiene el calor, la serenidad y la belleza del tapiz que nos has traido terminado.
PD.: todo artista vuelve a su obra mientras la está realizando para "escucharla". Seguro que habéis hablado mucho.Un abrazo Mentxu
Gracias por la acogida. Ya es un placer saber que otras personas están interesadas en la actividad de tejer y la consideran un arte, si además valoran la escritura con la que trato de hacer llegar el mensaje, es...un regalo.
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